jueves, 22 de diciembre de 2011

La aparición


Subimos a la terraza una de estas últimas noches y con la ayuda de un modesto catalejo buscamos el cometa en el cielo, en la trayectoria donde este fugitivo peregrino del espacio nos había sido indicado. Y lo observamos atentamente. Podríamos decir que el cometa no tiene nada de especial. Un punto en el espacio, mayor que los diminutos puntos del firmamento y del cercano planeta Venus, siempre brillante pero menos espléndido esta noche comparado con su pasajero rival.

Una vez más admiramos la escena infinita del cielo oscuro salpicado de chispas relucientes y enriquecidas por el astro pasajero anunciado con precisión cronométrica infalible. Una vez más hemos comprobado el sentido del misterio cósmico: el espacio infinito, el tiempo sin fin, la incalculable belleza sideral, su movimiento perfecto e inagotable, su silencio profundo y aterrador.

(Así revelo el Papa Paulo VI, ante tres mil peregrinos que lo escuchaban en la plaza de San Pedro en su alocución dominical del 13 de Enero de 1974, como había observado desde la terraza del Vaticano al controvertido cometa Kohoutek)

lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Qué es poesía?

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.

viernes, 18 de noviembre de 2011

El mito se Selene y Endimion

En la mitología griega, Selene era la diosa de la luna, hermana de Helios, el sol, y de Eos, la aurora. Selene fue protagonista de muchas historias de amor, pero su romance con Endimión fue el más profundo y su más bonita leyenda de amor.

Endimión, también de origen divino y nieto de Zeus, era un pastor de Caria. Había ocupado el trono de Elida, pero luego de ser destronaron, busco refugió en el monte Larmos y se dedicó a al campo y a los astros, enamorándose de la luna, la única compañía además de su soledad.

Todas las noches, después de realizar sus tareas diarias, dormía profundamente dentro de la cueva que le servía de morada. Pero si el tiempo era bueno, se tumbaba desnudo junto a la puerta de la cueva a dormir al aire libre. Endimión contemplaba a Selene y su corazón se nutría de un amor silencioso, hasta caer dormido.

Selene no sabía nada del gran amor que había inspirado en el pastor, pero una noche bajó a la tierra, le vio dormido y desnudo y le amó. Desde entonces le visitó todas las noches, le encontró siempre dormido, y se recostó junto a él sin despertarle. Así, dormido él y ella despierta, se amaron por mucho tiempo.

La diosa ignoraba la fascinación del pastor hacia ella, y él tampoco sabía que durante sus sueños se volvía objeto de amor de la diosa. Hasta que una noche Endimión despertó en pleno amor y se enteró de que era el amante de la diosa. Ambos se confesaron su amor secreto y la felicidad los envolvió. Pero entonces entró un temor en él, ya que había pasado el tiempo y su cuerpo comenzaba a marchitarse. Le pidió a Selene que le concediera juventud eterna con su poder divino. Ella recurrió a Zeus y éste decidió que Endimión no sufriría el paso del tiempo mientras estuviese dormido; sólo envejecería durante la vigilia.

Endimión le hizo prometer a Selene que lo acompañase siempre con él durmiera. De ese modo, él no envejecería y siempre que se despertaría feliz. Pero entonces, cuando estuviese despierto, ella no estaría.


Selene y Endimión tuvieron cincuenta hijas, entre ellas Naxos, y dos hijos: Aetolus (rey de Elis o Elea y luego también de Etolia) y Epeo, que ganó el reino de su padre batiendo a sus hermanos en una carrera.


No se conoció ni explicó un final para ninguno de los dos. El mito hace creer que Selene y Endimión continúan amándose en silencio en algún rincón remoto de la tierra.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

El mundo


Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta contó. Dijo que había contemplado desde arriba, la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-
El mundo es eso -reveló- un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
-No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.